Detrás de un cigarrillo hay una puerta abierta a los sentidos, a la soledad y a al deseo, mientras que desde la colina te observa un tipo viejo, con canas y barbas largas y blancas, ¡ahi arriba!, quien toca y toca su guitarra cual llanto fúnebre, ahi arriba vive Dios con su mujer, no es Dios que vive en el cielo, es dios quien vive en esta ciudad, cuando baja, se escabulle entre el humo y los callejones, entre dimensiones exactas de soledad, escondientote y escondiendose, quien busca, quien llora su soledad, y calla, mientras la muerte te observa desde el segundo piso, apuntando con su lúgubre mano izquierda, tormentas de humo caen desde el cielo, lluvias de cenizas que caen desde tu mano hasta el piso, pasan décadas de gloria y muerte, hasta que tu cigarrillo se termina.
